Después de darnos un "gran chapuzón" en "La ruta de Las Arenas" nos
dispusimos a seguir pasando a través de un mar de rocas puntiagudas...¡cómo
dolían las condenadas!... hasta que acabamos llegando al final del
camino, donde nos limpiamos los pies y seguimos con la visita.
Vino luego una merecida hora de relax, en la que pudimos comer y charlar
sobre lo ocurrido en la caminata, antes de comenzar la visita a la Abadía, la
cual se caracteriza por tener muchas, muchas escaleras y cuestas.
Sin embargo las calles estaban llenas de movimiento
y cargadas de tiendas y restaurantes típicos.
Cuando entramos en la iglesia pudimos observar unas estructuras muy
interesantes como las que aparecen en las fotografías:
Tambien había un mirador por el que vimos la ruta que habíamos hecho
poco antes, !nos pareció impresionante toda esa extensión de arena
desde lejos!
Antes de irnos pasamos por la tienda del monumento, pero nada
más salir empezó a llover de una forma impresionante, ¡nos pusimos
perdidos! Menos mal que terminó parando... Espero que mañana, y los
próximos días nos lo pasemos igual de bien (y no llueva tanto).
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